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Cultura

El son de flamenco y jazz de Gerardo Núñez

Estefanía Acal

Foto: Óscar Romero

Fue una noche de lunes diferente, sin duda. Singular desde el minuto uno porque la cita no era solo con el flamenco sino con la mezcla de la música más auténtica en un entorno inigualable de pura sencillez. El mismo Café Alameda, lugar de encuentro de este día sevillano de Bienal, se volvió puro contraste, el barrio bohemio de la Alameda daba paso a una sala llena de sillas y mesas clásicas sevillanas, preparadas para meterte en ambiente, antes incluso de estar sentada.

Sí, la cita era con el flamenco, el jazz y la sorpresa. Pero todo empezó con otros prolegómenos. Una cena, un paseo por este barrio sevillano y después el fin de fiesta. Ni el hecho de ser lunes podía estropear lo que había de venir.  El espectáculo de Gerardo Núñez, Ulf Wakenius y Cepillo no tuvo desperdicio, aunque ya nos hemos adelantado a esta crónica.

El principio fue un derroche de son y eso que eran ya las once de la noche. Embelesados quedamos prácticamente desde los primeros compases. No faltó un detalle, porque el personal del Café Alameda se desplegó para que no quedase un copa por llenar, algo con lo que entretener el paladar e impedir que se secara porque la música entraba ya por los cincos sentidos, incluido el que pasa por la garganta.

“Logos”, que significa diálogos, es el nombre del último trabajo discográfico que el jerezano Gerardo Núñez, ha presentado en la XX Bienal de Sevilla muy bien acompañado. Con él, sobre las tablas del peculiar y ambientado teatro, el guitarrista de jazz sueco Ulf Wakenius y, a la percusión, Cepillo de Sanlúcar, uno de los mejores del flamenco.

 

 

Las raíces flamencas de Gerardo Núñez hubiesen sido suficientes para que su guitarra sonara a gloria, gloria flamenca, pero él quiso ir más allá y buscó otra música de excelencia para el oído, el jazz. Y todo ha hecho que este gran guitarrista crezca, en técnica pero, sobre todo, en sensaciones.

El protagonista de este espectáculo abrió la noche con un solo, para templar el ambiente y dar cuenta de lo que esperaba a su afición. La posterior percusión del sanluqueño marcó de más ritmo al espectáculo para que la emoción estuviera en su punto álgido, preparada para la última incorporación estelar, la del virtuoso jazzista.

Bien sabido es que las sinergias en la música, como en otros campos, suman valores para que un abanico de gustos se acerquen a estos espectáculos y ganen en promoción. Después habrá quién se decante más por el flamenco, otros por el jazz, pero también contará quien se una a ambos para convertirlo en la evolución de una cita que dura ya 20 años y sigue siendo la mejor oportunidad para sentir el flamenco en todas sus formas, hasta las que cada año se inventan.

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En esta ocasión, la fusión del flamenco y el jazz ha sido una explosión sobre el escenario de cambios de ritmos, diferentes, pero armónicos, finales rotundos que llamaban al aplauso. Porque no sólo se trata de música sino de un espectáculo en el que cuentan las expresiones de los artistas, puro disfrute, pasión y empeño en cuidar cada nota. El sueño entonces está servido y va más allá. Días después aún resuena en la memoria, negándose al olvido.

Sonaron bulerías y tanguillos, con toques cautivadores de jazz. El aforo, casi al completo, estaba entregado. Y han sido testigos de que Gerardo Núñez y su inusual estilo, un año más, ha triunfando en la Bienal de Flamenco de Sevilla, la más nombrada e importante de las que se celebran en España.

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