Sociedad
Las Cabañuelas y la Cebolla hablan de cómo será el clima al año siguiente
Fermín Cabanillas/Huelva
Cuando el sabio señala la luna, el necio se fija en el dedo, dice el proverbio, que tiene su versión meteorológica en Juan Manuel de los Santos, un profesor de Secundaria y Químico de Valverde del Camino (Huelva), que cuando mira el cielo pronostica el tiempo para todo un año.
De los Santos no es un profesor de secundaria más, ni es un meteorólogo más, sino que ha convertido en una devoción una afición que inició hace más de 20 años, en largos paseos por Los Pinos, una zona de pinares que se extiende desde la salida de su localidad hacia la vecina Beas.
Allí, con la paciencia del santo Job, ha realizado un doble estudio meteorológico basado en métodos tradicionales de la cebolla y cabañuelas, con los lógicos picos de temperaturas y fallos de un método que tiene, como él mismo admite, poco de científico y mucho de tradición.
Según ha explicado, los dos métodos tienen sus días de investigación entre los días 1 y 24 de agosto en el caso del primero y entre el 1 y 12 de agosto en el del segundo, y a la hora de admitir los fallos que pueda tener, recuerda que «también los cometen los científicos con un cielo plagado de satélites».
Por concretar, las cabañuelas se basan en el conocido como «Calendario Zaragozano», y en un trabajo constante de mirar al cielo «que asigna cada día de inicio de agosto a un mes del año siguiente -el 1 es enero, el 2 es febrero, etcétera…- para luego empezar una cuenta a la inversa: el 13 de agosto es diciembre y el 14 es noviembre, de modo que el 24 corresponde de nuevo al mes de enero.
La explicación de elegir este mes es sencilla: «Agosto es el mes de verano por excelencia, en el que los cielos tienen que estar completamente despejados, y en algún momento aparecen nubarrones, no dejan ninguna actividad meteorológica, y en función de esos nubarrones podemos predecir lo que va a ocurrir en ese periodo de tiempo».
La división del día
Este método divide el día en tres periodos de ocho horas y el mes en tres partes, «y en función de cuándo aparezcan esos nublados se hacen las cuentas y se sabe la actividad que va a haber, aunque tiene fallos lógicos, porque hay que dormir y no se puede mirar el cielo las 24 horas del día, pero hay equipos de gente que lo hace».
Eso sí, absténgase de intentar esta predicción si vive en una gran ciudad, ya que es imprescindible que se haga sobre un cielo completamente limpio.
De hecho, De los Santos recuerda que él usa el cielo despejado de los pinares de Valverde del Camino, y no sería posible hacerlo, por ejemplo, en algunas zonas cercanas al Polo Químico onubense, donde la salida de humos de las fábricas a la atmósfera es constante.
Mucho más curioso resulta el conocido como «método de la cebolla», que consiste en sacar doce semiesferas de cebolla y orientarlos, en una azotea donde dé continuamente el sol, desde suroeste al nordeste, con un poco de sal a cada cuenco, de modo que a cada cuenco se asigna un mes del año siguiente «y el 13 de agosto se mira qué cuenco mantiene la sal y no se ha convertido en agua, y en el que la sal se ha hecho agua va a ser un mes lluvioso».
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