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Análisis

Querer a España

Josu Gómez Barrutia

Ciertamente, en los últimos tiempos uno no puede más que ver con cierta preocupación el clima político, social y emocional que agita nuestro país. Ese en el que el irredento sentimiento de embestida entre las dos Españas se ve a poco que uno rasca las vestiduras de la cotidianidad conversatoria con vecinos, compañeras de trabajo o el taxista que en el transitó de baúl piqueriano lo lleva a uno en transito permanente por las España litoral, periférica o de interior.  Y es que, en la España del siglo XXI se echa en falta cada vez más la conjugación de los intereses generales, el sentido de estado y el sentido común en la vida pública y política de quienes con inmenso honor representan a la ciudadanía española en el Congreso y el Senado u otros parlamentos de ámbito regional o cámaras de representación.

Es de tamaña orfandad la visión de casi la mayoría de la clase política que uno ve con preocupación como los radicalismos y populismos afloran por doquier como consecuencia directa de una crisis económica en donde el empobrecimiento de la clase media  la incertidumbre de la población sobre su futuro y la falta de percepción de la recuperación en altas capas de la población han permitido el encendido de la llama del nacionalismo periférico , el populismo en la izquierda y el auge del patriotismo neofranquista como contraposición a los anteriores, presentándose este como vía de salida necesaria para los parias incomprendidos de la sociedad española y formula perfecta para la unidad de un país debilitado frente al enemigo progre que ha vendido la esencia de la nación en los altares del feminismo, el europeísmo y el regionalismo. Así, esta andanada de realidad unida a la incapacidad de los partidos constitucionalistas para el diálogo y la visión de estado por encima de los intereses partidistas ha generado sin lugar a duda, uno de los escenarios más complejos que la democracia española ha vivido en los últimos tiempos y una aceleración de choque entre los nacionalismos regionalistas y nacionales en un laberinto político de solución incierta pero posible.

Hoy, así querer a España, es querer diálogo entre diferentes pero comunes en la defensa de la Constitución como punto de partida para adentrarse en las necesarias reformas que este país requiere, conversando sin miedo a explicar a la ciudadanía que la política es el arte de lo posible y que en la palabra esta la salida al conflicto que sólo sirve para alejar las soluciones a un puzle cada vez más enrevesado. Por ello, en primer lugar, la investidura del actual partido ganador de las elecciones generales, el PSOE, debería contar con la abstención de las fuerzas constitucionalistas en pos de un proceso de reforma en donde las mayorías necesarias sólo pueden partir desde la suma del PP y del PSOE como punto de partida en una cámara cada vez más fragmentada por la derecha y por la izquierda.  Una abstención esta, que debería de servir ahora al PSOE como en momentos posteriores al PP o a cualquier partido que ganase las elecciones, siendo algo lógico y común por parte de los partidos de estado en la oposición la misma postura que hoy se pide a Pablo Casado.  Lo contrario, la actitud actual del PP de bloqueo sólo sirve para dejar como única salida al PSOE la del transito espinoso por el tortuoso laberinto del acuerdo con ERC o la convocatoria de unas terceras elecciones que vendrían a validar aún más el poder de VOX en las urnas, incluso a costa de la fagocitación por este partido de parte del electorado del PP, aún cuando hoy desde la calle Génova esto no se vea con la claridad debida.

En segundo lugar, y tras dejar atrás el pacto por los extremos en el acuerdo de investidura habría que abrir en la cámara una mesa de trabajo con representación de todos los grupos políticos para el abordaje del modelo territorial de un país en donde se necesitan fijar nuevos marcos de competencias y de relación entre comunidades y estado, ya sea a través de un modelo federal, como de reforma autonómica. Eso sí, siempre con el marco de la igualdad y la solidaridad entre territorios como elementos nucleares de toda acción encaminada no sólo a responder al reto nacionalista, sino también a otros como el de la despoblación de las comunidades más rurales frente al crecimiento de las costeras, periféricas o metropolitanas.  No por menos,  lo que hoy a todas luces está claro es que España necesita andar desde el consenso por los procesos de reforma,  en el ámbito laboral y económico con nuevos marcos legislativos que permitan abordar la nueva realidad en estos campos a los que nos enfrenta la cuarta revolución o el debate sobre el modelo de representación del territorio , abordándose en este campo la distribución de representación en las cámaras con una nueva ley electoral y un papel regionalizado para un Senado que debería empezar a dar peso a las grandes ciudades en su corpus y de igual forma a los nacionalismos territoriales y sentimientos regionales.

Por último y como tercer aspecto, se muestra como fundamental que el dialogo sea desde el centro, izquierda y derecha, pero desde la centralidad de un país que necesita del acuerdo, el consenso y la visión de estado de las mayorías para hacer frente con seguridad y certeza a los grandes retos que hoy tenemos por delante. Explicando esta necesidad a una ciudadanía que como paso antaño deberá entender que hoy vivimos una segunda transición política, económica y social que sólo tiene dos caminos, el del conflicto y la inestabilidad de los radicalismos de derecha, izquierda y nacionalistas o el del acuerdo desde la centralidad y la visión de estado que siempre llevó por buen camino a España. Y eso, y no otra cosa es ser patriota y querer a nuestro país.

Josu Gómez Barrutia. Presidente de la Fundación Glocal. Profesor de Relaciones Internacionales y Comunicación Política Universidad Europea Miguel de Cervantes.

Medio digital especializado en la Provincia de Sevilla y comarca. Aionsur.com, comunicación, publicidad y servicios para empresas.

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