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Coronavirus

Mi vida en positivo (Capítulo 5 – Basura) – Crónica de 14 días de vida confinada de un positivo de COVID

Más de cien familias se benefician de la reducción de tasas de la recogida de basuras

Anoche tiré la basura. Cuando salí a la calle a la una de la madrugada y recorrí los 20 metros que separan mi puerta del contenedor, me sentí como Tim Robbins en 1994, cuando salía de la cárcel en la película ‘Cadena Perpetua’, y se ve esa escena memorable del viento dándole en la cara mientras conduce su descapotable por la costa californiana.

Tras cuatro días confinado en casa, estando solo no es que hubiese generado mucha basura, porque solo había una bolsa y la mitad de otra en el patio, pero sacar la basura me lo tomé como una celebración de haber recuperado el olfato y el gusto, y de que la COVID iba pasando de largo, aunque aún queda mucha batalla por delante.

El frío de la madrugada

Así que a la una de la madrugada, por primera vez en cuatro días, sentí frío. Dejé de estar protegido por las cuatro paredes de mi casa y me metí en la calle bolsas en mano, dispuesto a cumplir con éxito la aventura del contenedor. Sin tocar nada, solo las bolsas, las tiré y volví a casa. No fueron más de 50 pasos en menos de un minuto, la mitad de un campo de fútbol, por explicarlo en esa medida que todos parecemos entender, pero la misión se saldó con éxito. Por la mañana, cuando desperté y escuché el camión trastear con el contenedor, pensé: ahí van mis bolsas y mis 50 pasos de libertad.

Basura tirada y quinto día a la vista. Sí, tengo un patio. Durante el confinamiento descubrimos que un patio es un valor en alza en una vivienda, sobre todo si tienes un niño de tres años que necesita, como todos los niños, jugar al aire libre y a su antojo. Rodrigo no entiende, de todas formas, por qué sus amigos no pueden destrozar cosas con él o bañarse en su súper piscina con tobogán, igual que no entiende por qué su padre no está con él, y repite hasta la saciedad que quiere volver a su casa.

El patio

Lo del patio en una casa es una ventaja, porque si estás confinado y no puedes pisar la calle, sí puedes salir un poco a esa pequeña calle, ver pasar las nubes, algún que otro avión u oler la barbacoa del vecino. Sí, mi vecino Pepe hace barbacoa todos los días, del 1 de enero al 31 de diciembre, 366 barbacoas los años bisiestos. Durante el tiempo que he estado sin olfato he dejado de percibir cómo las presas paleta o los solomillos ambientaban las noches de verano, pero la carne en el aire ha vuelto. Algunas noches caen sardinas en las brasas, pero son las menos.

A estas alturas, mis vecinos “pared con pared” saben que no puedo salir de casa,  y de vez en cuando un botellín de Cruzcampo aparece en mi ventana, como recuerdo de que la COVID nos puede confinar, pero la infantería, los que estamos a pie de calle, los que sacamos la basura cada día, no vamos a permitir que una pared nos separe.

Sí, he sacado la basura, y son cinco días con el bicho. Queda batalla, pero tengo patio, y vecinos con botellines y videollamadas. Más no se puede pedir.

Periodista corresponsal de la Agencia EFE, El Correo de Andalucía, eldiario.es... entre otros medios. Cubre principalmente Huelva y Sevilla en varios medios radiofónicos y prensa digital.

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