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Cultura

Dorantes concluye La Bienal homenajeando a la Primera Vuelta al Mundo

Estefanía Acal

“La Roda del Viento”, palabras que trasladan a otro lugar, y eso fue lo que Dorantes  hizo en la clausura de La Bienal de Flamenco. Sevilla tembló igual que el contenedor que los destacados percusionistas, Javi Ruibal y Antonio Moreno, hicieron sonar. A las 21:00 horas comenzó un viaje musical de una hora y veinte minutos basado en la larga travesía de Magallanes y Elcano.

El acceso al concierto se hizo mediante un autobús lanzadera de Tussam gratuito presentando la entrada, ya que se llevaba a cabo en una zona portuaria de acceso controlado. El único punto de partida de esta lanzadera se situaba en el aparcamiento P1, junto a la estación de metro Blas Infante, todo muy rápido y organizado. El puerto de Sevilla se convirtió en el escenario de este espectáculo gracias al diseño de Jaime Montaner, un lugar peculiar pero acorde con el mensaje que Dorantes quería hacer llegar con su obra. La inspiración para crearla vino de la conmemoración del V centenario de la Primera Vuelta al Mundo, una aventura que abrió puertas a una nueva era, a la globalización, y, precisamente, partiendo desde Sevilla.

[enoro]

Los espectadores de ‘La Roda Del Viento’ se enfrentaron a navegar entre armonías innovadoras y nostálgicas. David Peña al piano, fue acompañado por Los Mellis y su sobrino, Pedrito Peña, al cante y las palmas, rodeados del coro de la escuela de la Fundación Cristina Heeren, junto a la Orquesta Bética de Sevilla bajo la batuta de Michael Thomas.

Ya en su primera aparición en la Bienal de hace años, dejó al público atónito al igual que a los arahalenses que tuvieron la suerte de verlo en la XV edición de Al Gurugú. La XX Bienal de Flamenco de Sevilla ha marcado con este broche final un antes y un después, como lo hizo la ruta que inspiró al lebrijano.

Momento de un solo de piano muy emotivo

En un muelle portuario de carga sonó un flamenco heterogéneo, un piano que tenía hasta un gran espejo para que todos los asistentes observáramos que puede tocarse más allá de sus teclas. Un espectáculo irregular de emociones pero con momentos cúlmenes, creando lágrimas en los ojos de los más sensibles. Violines, viola, violonchelo y contrabajo que lloraban y hacían estremecer.

 

Tras múltiples aplausos, Dorantes propuso repetir un tema, ‘La Calma’, quizás para que esa fuese la sensación que nos lleváramos a casa para dormir relajadamente una noche de domingo.

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