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Educación

Una charla sobre acoso escolar que pone a todo el alumnado en la piel del acosado

Una charla sobre acoso escolar que pone a todo el alumnado en la piel del acosado. Es lo que ocurre cuando el responsable del Plan Director Osuna, Antonio Cordero, llega a un centro educativo. Su labor de prevención se nota cuando el 90% del alumnado sale llorando de sus charlas.

Rafa se pone de pie para decirles a sus compañeros de clase que no le digan un mote por el que lo llaman. Detrás de él van Sergio, Oscar, Nuria, Daniel… Esta es una situación a la que ya está acostumbrado Antonio Cordero, responsable del Plan Director de Osuna, que esta semana ha dado una charla en el IES Europa sobre el acoso escolar. Sube al alumnado en una montaña rusa de emociones en la que al menos el 90 por ciento acaba llorando. Y todo porque los pone en la piel del acosado/a.

Antonio Cordero trabaja con el alumnado habilidades emocionales. Y lo hace por medio de casos reales, que han salido publicado en diferentes medios de comunicación, sobre lo terrible que puede llegar a ser el acoso sobre un compañero. O utiliza un tráiler de una película o un corto realizado por alumnos a los que él mismo ha enseñado cuáles son las situaciones de acoso. Porque los menores a veces son incapaces de reconocerlas.

Sobre cómo el agente Antonio Cordero mete al alumnado en la piel del acosado

Por eso cuando empieza la charla, la reacción grupal es reírse, hablar sin levantar la mano, reaccionar de forma natural y hasta con descaro a alguna pregunta que el guardia civil plantea. Pero poco a poco, casi sin que se den cuenta, este profesional los va metiendo en la piel del acosado.

¿Cómo? Poniendo ejemplos sobre cómo reconocer el acoso escolar. Y lo hace en primera persona. De forma voluntaria o no, ha puesto a una parte de los participantes de la charla con las emociones a flor de piel, la mayoría se echa a llorar. Porque pone cara al acoso y lo viven en primera persona.

El alumnado del IES Europa, como el de cualquier centro educativo de la zona, empieza a reconocer que el mote con el que llaman a su compañero/a es acoso. Que los desprecios o burlas no son una broma. Y todos admiten que no tienen nombre, que su aspecto físico, sea el que sea, no es para tomárselo a risa. Y que lo único que acaba con estas situaciones es admitir la parte de culpa que cada uno tenga y no permitir ni una vez más ninguna situación parecida. Vivida en primera persona u observada en cualquier compañero.

Un profesional con 15 años de experiencia

Antonio Cordero lleva 15 años trabajando en prevención sobre todo en cinco temas: riesgos de internet, alcohol y otras drogas, acoso escolar, violencia de género y xenofobia. No obstante, en la zona donde trabaja, toda la Campiña y Sierra Sur sevillana -demarcación de la VI Compañía Osuna- «no se dan prácticamente casos de xenofobia y para qué hablar de un problema que no existe».

Antonio Cordero, junto a un compañero, en su despacho del cuartel de Osuna.

«Que tengo que hacer si esto ocurre dentro de mi casa»

En estos años se ha encontrado con muchos casos, no sólo de acoso escolar, sino de abusos en el seno familiar. Recuerda especialmente aquella vez en la que, en plena charla sobre qué es la pederastia, una niña levantó la mano y preguntó, a bocajarro, «qué tengo que hacer si esto ocurre dentro de mi casa». El agente reaccionó diciendo sólo una palabra: denunciar. Pero continuó sin parecer que le daba importancia.

[jimysol]

Después de la charla, en un aparte, habló con la menor. Y en estos casos, la reacción es que cuentan a un desconocido lo que les está pasando, «sólo una vez», lo que no son capaces de contar a su propia familia. En ese momento el agente instruye diligencias, informa a la familia y presentan la denuncia, junto con la detención del abusador. Pero ahí se acaba su trabajo y se inicia un protocolo reglado por una ley que data de 2011.

Según Antonio Cordero, es una de las cosas que hay que cambiar para que los agentes formados en estos temas, estén presentes durante ese protocolo de actuación. Cordero dice que los profesionales que están en los centros educativos ponen mucha voluntad «pero en la mayoría de los casos no saben qué hace». Como tampoco lo saben las familias ni del acosado ni del acosador.

«Las familias siempre piensan que sus hijos son muy buenos»

Cuando un niño o niña está siendo acosado hay dos cuestiones especialmente difíciles para el experimentado agente. La primera conseguir que la familia del acosador empatice con el acosado «porque las todas las familias piensa que sus hijos son muy buenos». Y, todavía más difícil es conseguir ponerse en el lugar de la familia del acosador, hacerles entender a la familia del acosado que también se trata de un niño/a.

Por eso, cuando trata con las familias, los deja hablar y después inmediatamente le pregunta: ¿si fuera tu hijo/a el acosador qué te gustaría que hiciéramos? Entonces el discurso cambia y todos piden ayuda para ese menor y una nueva oportunidad. «En ambos casos son niños y la ley los protege por igual», apunta el guardia civil.

En este sentido precisa que «se pretende arreglar con herramientas de mayores problemas de menores» porque el mejor camino, en su opinión, es formar a los profesionales y trabajar en centros educativos y con las familias. Denunciar judicialmente es una herramienta para tratar problemas sociales de mayores y, a menudo, se recurre a ella directamente sin intentar antes otras opciones que pasan, a su juicio, por trabajar las habilidades emocionales. «Las familias se empecinan en que la denuncia es lo mejor».

Empieza a contar

La charla que ha dado esta semana en el instituto arahalense contiene imágenes duras. Tal como es la realidad. Vídeos que explican el daño irreparable que sufre un menor cuando está siendo acosado. Mientras se sucede la proyección el cuenta con detalle lo que ocurrió en uno de los centros educativos que atiende.

Y empieza a contar. «Me llamó la orientadora desesperada porque un menor estaba siendo acosado. Este niño, por un problema en la cadera, andaba con dificultad. Todos sus compañeros se reían de él y llegaron a poner un horrible mote. Hasta el punto que el menor pidió a su madre, que no sabía nada de lo que pasaba, que lo llevara media hora antes al colegio y estudiaba en clase. El niño no quería entrar cuando sus compañeros estuvieran en clase para que no lo viesen andar. Aguantaba todas las horas sin ni siquiera ir al baño, hasta que un día se hizo pipí encima. Los compañeros realizaron una caricatura suya y la distribuyeron por grupos de whastapp, además de pegarla con carteles por todas partes. Inmediatamente fui a dar una charla donde estaba él y todos sus compañeros».

En este momento, tiene captada ya toda la atención del alumnado, casi ni respira. Y termina de contar diciendo que esa charla acabó con un reconocimiento grupal de lo mal lo había hecho y con un abrazo a ese menor, que se había echado a llorar desconsoladamente. Días después la orientadora volvió a llamar a Antonio para decirle que, incluso, había hecho un grupo el alumnado que vivía más cerca de este chico para llevarle la mochila y ayudarlo todas las mañana a llegar al colegio.

«Llenas el depósito para una temporada»

Es justo en este momento, cuando Antonio reconoce que, a pesar de ser un trabajo muy duro, «llenas el depósito para una temporada». Y sólo lamenta cuando no llega a tiempo, como paso hace cinco años cuando un menor que sufría acoso escolar se suicidó. Recibió la llamada a las 5 de la mañana. Miró cuando le tocaba ir al centro educativo donde estudiaba el pequeño. Faltaba solo una semana para que sus compañeros se dieran cuenta del daño irreparable que podían hacer. Y que hicieron.

 

Periodista. Directora y editora de aionsur.com desde 2012. Corresponsal Campiña y Sierra Sur de ABC y responsable de textos de pitagorasfotos.com

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