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Análisis

Tuvo que pasar una tragedia en Marchena para que comenzara la reflexión sobre los peligros de las cabalgatas de Reyes Magos

Tuvo que pasar una tragedia para reabrir un debate del peligro que supone poner en calles abarrotadas de público, sobre todo niños, vehículos de gran tamaño con muchas medidas de seguridad que hoy sabemos no son totalmente efectivas. Y pasó. Ha sido en Marchena donde una mujer ha muerto arrollada por el tractor de la carroza del Rey Baltasar, accidente que ha dejado atrás a 12 heridos, dos de ellos muy graves. 

No voy a entrar en si hay error humano en este accidente o no porque para eso está la investigación, pero sí en saber por qué si todos los concejales que se encargan de la organización de estas fiestas declaran que “tienen las carnes abiertas” hasta que la Cabalgata pone fin al recorrido, cómo no se ha optado antes por otra opción.

Está claro que jamás, en ninguna ocasión, sea como sea la organización de los eventos, el riesgo es cero. Y está claro que es difícil sustentar un cargo de esta responsabilidad y compaginar seguridad y el entretenimiento exigido por el pueblo sobre todo cuando se trata de la ilusión de un niño. Pero ya era necesario desde hace años dar una vuelta de tuerca a este tipo de acontecimientos.

Lo digo porque he pasado algunos años a pie de las carrozas. Les aseguro que el 5 de enero era el peor día del año, el más angustioso porque pasaba una y otra vez junto a ruedas de tractor que, en ocasiones, superaban casi mi altura y en esas 5 horas de recorrido veía el peligro cada minuto. En ese recorrido el corazón no daba para mucho más. 

Peligro cada minuto

He visto de todo en las cabalgatas. Niños de menos de 10 años que ya salen solo cargados con bolsas grandes de basura, llenas de pelotas, meter la mano debajo para recoger un paquete a 50 centímetros o menos de una rueda de tractor que seguía andando. He visto a madres y padres con menores, incluso de corta edad, agarrados de la mano delante del tractor y, en más de una ocasión, les he gritado para que se alejaran del peligro. 

He visto a abuelas y abuelos en esta misma posición, con su falta de movilidad, agacharse por caramelos cuando arrancaba la carroza sin tiempo para volver a una zona que no supusiera peligro. He visto a niños pequeños soltarse del cinturón que los amarraba en la parte alta de la carroza para ponerse de pie o inclinarse buscando un pequeño juguete que se les había caído lejos del sitio donde estaban sentados.

También he visto como algún que otro conductor se salía del tractor poniendo el freno de mano pero con el vehículo en marcha para entrar al servicio en una casa situada en una calle en pendiente dejando la vida de miles de personas en manos de la suerte de un hilo de acero que se podía romper en cualquier momento. He visto tantas situaciones de peligro que el alma no me entraba en el cuerpo hasta días después de la Cabalgata. Y todo sin ser responsable de nada, así que no imagino lo que habrán pasado concejales y alcaldes este día.

Recuerdos malos y buenos

Sí, tantos 5 de enero vividos a pie de calle dan para muchos malos recuerdos, al igual que buenos. Pero de todas estas imágenes que guardo que me encogía el corazón, hay una que no olvidaré. Y es aquella cabalgata de Arahal antes de la pandemia de Covid cuando un tractor pequeño, de colección, que conducía Francisco, un trabajador municipal, frenó a unos centímetros de un niño que se cruzó justo cuando pasaba a la altura de la calle Corredera cruce con Felipe Ramírez.

Me quedé parada, el ruido de alrededor era como si no fuera conmigo, y miré a Francisco que me decía: ¿Has visto Carmen, has visto? Si no llega a ser por la pericia de este conductor al volante de un vehículo así, la tragedia hubiera ocurrido antes. Y si no es porque un ser superior, no sé si llamarlo Dios, suerte o cómo, el accidente también hubiera pasado hace tiempo en Arahal o cualquiera de los pueblos donde la cabalgata se hace de esta manera.

Ilusión con seguridad

Muchas de estas ocasiones de peligro podían haber terminado en tragedia porque nos somos conscientes de lo que supone poner en la calle durante un mínimo de cinco horas a miles de personas guiadas por el entusiasmo y la ilusión de ver a los Reyes Magos, montados en carrozas tiradas por vehículos agrícolas cuyo peligro no es precisamente la velocidad sino el tamaño

Por eso, por doloroso que sea lo ocurrido en Marchena seguro que da pie a que los responsables de la seguridad de cada pueblo se planteen al menos reflexionar y ver la manera de conjugar ilusión con seguridad, pero con más acierto porque ya hemos visto que no vale poner más seguridad privada junto a las carrozas; no vale que haya un docena de efectivos policiales, bomberos, protección civil, monitores de carrozas y ambulancias preparadas por si ocurre algo; no vale realizar control de alcohol y drogas a los conductores de los tractores.

Todo eso ayuda y quizás disminuya las posibilidades de accidentes. Lo disminuye hasta tal punto de que quizás por eso no haya ocurrido antes una tragedia de estas dimensiones, todo no lo vamos a confiar a la suerte. 

Pero está claro que no es suficiente, que los tractores siguen siendo vehículos de un tamaño desproporcionado y quienes tienen que llevarlos deben tener conocimiento de lo que tienen entre manos, con mucha experiencia en su conducción. Y, aun así, repito que la seguridad 0 no existe, nunca en ninguna circunstancias, pero los gobernantes deben plantearse disminuir al mínimo el riesgo porque no es lo mismo que resbales viendo la cabalgata y te partas una pierna a que un tractor termine con la vida, las ilusiones y la alegría de un pueblo. 

Periodista. Directora y editora de aionsur.com desde 2012. Corresponsal Campiña y Sierra Sur de ABC y responsable de textos de pitagorasfotos.com

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