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Cultura

Bécquer: una vida breve y un gran legado

Pilar Alcalá – Asociación Con los Bécquer en Sevilla

El 22 de diciembre no es el día del sorteo de la lotería de Navidad, el 22 de diciembre es el día que murió Gustavo Adolfo Bécquer, el primer poeta moderno de la lírica española. Curiosamente en 1870 el sorteo de la lotería se celebró el 23 de diciembre, todavía no se llamaba “Sorteo de Navidad” y un boleto costaba 50 pesetas. El premio “gordo”, que ascendía a 150.000 pesetas, fue para el 09914, vendido en Barcelona en la administración 361 

El jueves 22 de diciembre de 1870, el día más frío en la historia de Madrid hasta entonces, murió Gustavo Adolfo Bécquer en un piso de la calle Claudio Coello del barrio de Salamanca, sin haber publicado sus obras en un libro, todo lo que había publicado estaba en periódicos. El día que murió Gustavo hubo lluvias torrenciales en Madrid y se produjo una gran nevada. El certificado de defunción, firmado por el doctor Joaquín de Higuera, atribuye la muerte a “un grande infarto de hígado, complicado con una fiebre intermitente maligna o perniciosa”.

Eclipse de sol

Poco después de su muerte se produjo en Sevilla un eclipse total de sol que algunos han querido interpretar en clave esotérica. Dice Rafael Montesinos en el “Abc” del 26 de diciembre de 1961: “Bécquer murió en Madrid a las 10 de la mañana del 22 de diciembre de 1870. Media hora después, “los invisibles átomos” del aire de Sevilla, ese aire y ese cielo que ninguna otra ciudad del mundo pudo igualar jamás, comenzaron a apagarse. Los pájaros, desconcertados por aquella insólita noche que se avecinaba, abandonaron su becqueriano batir de alas, refugiándose precipitadamente en los árboles y aleros. Hacia las doce menos cuarto de la mañana, Sevilla oscureció totalmente su cielo –aunque sólo por unos segundos-, sobre el que apareció, brillante, altísima, como un último homenaje, la Cruz del Sur. ¿Qué otro sevillano tuvo a su muerte un túmulo más alto, más sobrecogedor, más emotivo?”.

«Si es posible, publicad mis versos»

Produce inmensa ternura saber que en el lecho de muerte Gustavo dijo a sus amigos: “Cuidad de mis niños”. También les pidió que publicaran sus obras: “Me muero. Sabéis que no soy pretencioso, pero si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor leído que vivo”. No se equivocó, como nunca fue consciente de su papel revolucionario en la literatura española. Las últimas palabras que pronunció, antes de cerrar esos ojos negros que había heredado de su madre, fueron “todo mortal”. Tal vez lo más llamativo de los últimos momentos de la vida de Gustavo fue otra de las peticiones que hizo a sus amigos, la de que le ayudaran a quemar un paquete de cartas atadas con una cinta azul.

Gustavo fue enterrado el 23 de diciembre a la una de la tarde en el nicho número 470 del Patio del Cristo, en la Sacramental de San Lorenzo de Madrid, Valeriano estaba en el 423, y allí permanecerían hasta 1913, cuando los restos de ambos fueron trasladados a Sevilla. Es decir, no se tuvieron en cuenta sus palabras de la III de las “Cartas desde mi celda”: “Se me resiste el pensar que podrían meterme preso en un ataúd formado con las cuatro tablas de un cajón de azúcar, en uno de los huecos de la estantería de una Sacramental para esperar allí la trompeta del Juicio, como empapelado, detrás de una lápida con una redondilla elogiando mis virtudes domésticas e indicando precisamente el día y la hora de mi nacimiento y de mi muerte”.

Su deseo de volver a Sevilla

Él había manifestado, en ese mismo texto, su deseo de ser enterrado en Sevilla que se cumplió sólo en parte, pues no reposa a orillas del Betis sino en el Panteón de Sevillanos Ilustres, gracias a 29 años de trabajo de José Gestoso. Y es muy triste que el Panteón esté cerrado a cal y canto, como es triste que en circunstancias normales su apertura se reduzca a unas pocas horas la tarde de no todos los viernes.

Lo cierto es que tras la muerte de Gustavo se empezó a crear el mito Bécquer, Gustavo es una leyenda, su vida y su obra están envueltas en el misterio. ¿Se perdió realmente el primer manuscrito de las Rimas o podemos tener la esperanza de que algún día aparezca? ¿Quién escribió esas cartas que Gustavo quemó en el lecho de muerte?

Su vida fue breve pero nos dejó un grandísimo legado y una lección de humildad: “He aquí, hoy por hoy, todo lo que ambiciono: ser un comparsa en la inmensa comedia de la Humanidad; y concluido mi papel de hacer bulto, meterme entre bastidores sin que me silben ni me aplaudan, sin que nadie se dé cuenta siquiera de mi salida”. Nos lo dijo Bécquer en la III de las Cartas desde mi celda, no quería ceremoniales. Y continúa así: “Ello es que cada día voy creyendo más que de lo que vale, de lo que es algo, no ha de quedar ni un átomo aquí”. No era consciente del papel que desempeñaría en nuestra lírica.

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