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Cultura

Alexandr Sokurov: “El destino catastrófico de Rusia es ser un cuartel gigantesco”

El cineasta ruso Alexandr Sokurov fue ayer lunes el protagonista de una nueva jornada, la tercera ya, del ciclo Voces Esenciales. El director, que presentó el 7 de noviembre en la Sección Oficial de esta 19ª edición Fairytale, conversó en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS) con la periodista Charo Ramos, coordinadora del ciclo, y con la periodista, crítica, docente y programadora del Festival de Sevilla Eulàlia Iglesias sobre las claves de esta última obra –en la que vuelve a uno de sus temas recurrentes: la naturaleza del poder y las figuras fuertes e icónicas que lo han encarnado a lo largo de la Historia– así como sobre las indagaciones formales y el espíritu de una filmografía que lo señala como una de las figuras ineludibles y más singulares del cine contemporáneo mundial.

“La casa siberiana donde nací ya no existe, quedó cubierta por el agua tras la construcción de una presa. Mi familia era muy sencilla: mi madre era oriunda del río Volga, mi padre procedía de una familia ucraniana. De pequeño lo que verdaderamente me apasionaba era la radio, en ella escuchaba música sinfónica, conciertos en directo desde Moscú, transmisiones en directo de obras teatrales… Éramos una familia muy pobre, a veces incluso algunos amigos tuvieron que darme dinero para comer. Pero al menos en casa había una pequeña biblioteca familiar con algo de literatura rusa y clásicos europeos. Aunque con el tiempo me sentí inspirado por cineastas como Dreyer o Dovzhenko, para mí Dickens, Flaubert, Tolstoi o Faulkner siempre serán más importantes que cualquier director de cine, porque me formé con ellos y las guías más sensibles que tengo son literarias ante todo. Yo creo en la palabra, en su pervivencia”, ha contado Sokurov, invitado por Iglesias a hablar de sus raíces.

Su llegada a la televisión

“Por casualidad llegué a la televisión de provincias y empecé a ejercer de ayudante de dirección mientras estudiaba Historia”, ha continuado rememorando el gran cineasta ruso, autor de El arca rusa (2002), ganador del Leo?n de Oro en Venecia por Fausto (2011), del Premio Fipresci en Cannes por Madre e hijo (2003) y del Honori?fico de la Academia de Cine Europeo (2017), entre otros muchos reconocimientos. “Nunca soñé con dedicarme al cine, sencillamente la vida, paso a paso, me condujo en esa dirección. Uno de esos pasos fue matricularme en la Facultad de Cine de Moscú, de la que por cierto fui expulsado varias veces por mis ideas. Pese a todo, terminé los estudios de manera externa, acudiendo únicamente a los exámenes”, ha añadido.

“Por lo demás, lo cierto es que nunca me he sentido feliz con el cine, siempre he sentido que costaba demasiado hacer lo que yo quería hacer… Y siempre he sentido mis carencias culturales, mi falta de conocimientos debido a mis orígenes, es algo que siempre he llevado conmigo. Por eso mis intereses son infinitos… Así ha sido mi vida: parte casualidad, y parte situaciones en las que no tenía posibilidad de elegir, con el resultado de que he tomado a menudo los caminos difíciles. Putin dijo hace poco que la gente mala de Occidente irá al infierno, no como los rusos, que merecen el Paraíso. No es mi caso, desde luego, he cometido muchos pecados y errores. Pero no importa: mi lema es no temas, no temas nada. Una de las cosas más importantes en la vida es no tener miedo”, ha seguido relatando el cineasta, ante un auditorio abarrotado y que seguía absorto sus recuerdos y reflexiones.

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