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Opinión

La macabra leyenda del repostero y el barbero parisinos

Carmen González – Periodista

Cuenta una leyenda que en París sobre el siglo XV, un repostero y un barbero se unieron para llevar a cabo una macabra obra con carácter empresarial. Resulta que en esos días la carne era escasa en la ciudad del Sena, la poca que había se destinaba a las tropas de las numerosas guerras que tenían lugar en las fronteras.
El repostero era famoso por sus empanadas de carne por lo que con la escasez no tenía la materia prima principal de su producto estrella. Entonces observó el trasiego de clientes, en su mayoría estudiantes jóvenes y extranjeros que ampliaban conocimientos en la ya prestigiosa Universidad de la Sorbona, de una barbería cercana, dos casas por medio en su misma calle.
Un día abordó al barbero para comunicarle la idea que se le había ocurrido. En ese tiempo las barberías no eran solo lugares donde cortarse el pelo y arreglarse la barba, también desde finales del siglo XIII sacaban muelas, hacían blanqueamientos dentales, incluso torniquetes. De ahí el origen de los colores del poste que anuncia la presencia hoy en día de la barberías; el blanco simulaba las vendas, el rojo la sangre y el azul las venas.
El repostero le propuso al barbero matar a los estudiantes; ¿quién iba a preguntar por ellos? En aquella época los jóvenes estaban lejos de su hogar y no había móviles ni la Policía funcionaba como en la actualidad.
Así fue como empezó entre el barbero y el repostero parisinos un negocio macabro que pasaba por el sótano del primero a donde iban a parar los cuerpos de los pobres estudiantes después de rebanarle el cuello cuando, pillados por sorpresa, se sentaban en el sillón con la única intención de cortarse como mucho la barba o el pelo. El cuerpo caía por una especie de compuerta que conectaba la barbería, a la que el público entraba, con un siniestro sótano donde los cuerpos ya sin vida eran descuartizados y picados para hacer los famosos empanados del repostero.
Ambos se hicieron más ricos y famosos de lo que ya eran. Cuentan que acudían vecinos de toda la ciudad para comprar el delicioso manjar que se vendía en esa tienda de París.
Claro está que un buen día cometieron el error que acabó condenándolos por todo el mal que habían hecho. Uno de los clientes de la barbería entró a pelarse pero dejó amarrado en la farola de la puerta a su perro, pensando claro está que era cuestión de poco tiempo. Este hombre no volvió y el animal se llevó horas chillando y anunciando su desesperación ante la ausencia de su dueño.
Esto no sólo alertó a los vecinos sino a la familia de la nueva víctima de ambos empresarios. Solo hubo que atar unos cuantos de cabos. Cuando la autoridad entró en el sótano de la barbería, descubrió un dantesco espectáculo de sangre y miembros humanos.
Todavía hoy existe el lugar donde se ubicaba la barbería, solo que está ocupado por el restaurante Au Vieux d’Arcole, muy cerca del puente del mismo nombre, Pont d’Arcole. Es el restaurante más antiguo de la ciudad, muy pintoresco. En la fachada, repleta de flores, hay un escudo con los tres colores del símbolo de los barberos.
Junto al lugar se encuentra una comisaría de policía. Dentro está aún la piedra sobre la que el barbero descuartizaba los cuerpos.
La Policía tuvo que prohibir la entrada a los turistas por el revuelo que se montaba alrededor de motos y coches oficiales.
La veracidad de los detalles concretos de esta historia dependerá de más de cinco siglos de versiones. Pero si vas a París podrás comprobar que los lugares existen y que la leyenda te la cuentan jóvenes españoles que un día decidieron, mochila a la espalda, echarse el mundo por montera y acabar de guías turísticos contando misterios de una ciudad con siglos de historia y de vida.

Periodista. Directora y editora de aionsur.com desde 2012. Corresponsal Campiña y Sierra Sur de ABC y responsable de textos de pitagorasfotos.com

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