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Opinión

El negocio de la educación: historias sobre subida de tasas y becas denegadas

El negocio de la educación: historias sobre subida de tasas y becas denegadas

Poco frecuento los bares para lo mucho que me gustan, pero la situación invita a la cautela, qué os voy a contar que ya no sepan. Sin embargo a uno que le fascina contar historias, tiene que ir a la base de la narración, y las mejores brasas de la creación arden en los mostradores del hostelero. Encima ahora toca arrimar el hombro.

Julián es un tipo desconocido para el mundo, también lo era para mí, en cambio yo no para él. Ya puedo decir que somos amigos –me invitó a un café-, así que espero que, además del gesto, lo siga siendo después de esta columna.

Más preocupado por acabar sus estudios que por sobrevivir

Él es un joven estudiante, que con ansias esperaba la resolución de su beca. Para aquellos desconectados, las resoluciones empiezan a dar la cara en diferentes fechas, pero es ahora, en diciembre, cuando la mayoría de los trámites llegan a su fin. Este año, tras las declaraciones del Gobierno, ese del archiconocido escudo social -y progreso- había algo más de esperanza. Qué ingenuo es el ciudadano. Pero si os soy sincero, y tras escuchar a Julián y leído el documento donde le denegaban el pago de las tasas universitarias, salvo si te falta la respiración, o vives en la indigencia, probablemente no hayan rescatado tu educación con éxito. Eso sí, dudo mucho que si alguien ha recibido tal inyección económica, esté más preocupado por acabar sus estudios que por sobrevivir.

El negocio de la educación –porque es un maldito negocio- no ha mejorado, aunque haya cambiado de color, siglas, o discurso. La educación no es una medida esencial que de pronto se ha convertido en baluarte infranqueable de la política y los enseres públicos. Mentira. El Gobierno no ha salvaguardado la formación de los españoles, pero sí ha decorado su discurso. El progreso social en manos de nuestros mandatarios no tiene soluciones, pero sí a un buen publicista. Que ya lo decía Iván Redondo: “el coche rojo tira mucho”.

Ni beca ni cambios en la matrícula para reducir asignaturas

De todos los casos que conozco, el de Julián me toca de cerca. Acaba de perder su matrícula y tendrá que dejar de estudiar. Reflexionamos sobre la situación del país y volvemos al sector educativo. Me habla de compañeros universitarios a los que han subido las tasas inexplicablemente. Entonces le paro, me interesa también esa historia. Él sonríe, y toma un poco más de café. Me explica de nuevo su caso. “Si te deniegan la beca no puedes fraccionar el pago”. Ríe de forma ingenua. “Es más, si quieres modificar tu borrador, no puedes hacerlo para coger menos asignaturas. En cambio sí puedes hacerlo para aumentar la matrícula. Es un negocio”.

Es decir si no recibes la beca no puedes fraccionar el pago, pero tampoco modificar la matrícula a no ser que decidas ampliar tu expediente. Muy coherente si entendemos que la cuantía económica que el Ministerio inyectaría al bolsillo del estudiante supone un balón de oxígeno ante la imposibilidad de hacer frente al pago de los créditos universitarios. “Si no puedo pagar diez asignaturas, ¿cómo demonios voy a pagar once? Es un engaño”. Insiste.

Pero entonces entra el plato fuerte de la conversación. Me cuenta un caso, el de un compañero suyo matriculado en Osuna al que incomprensiblemente le han subido las tasas. Sin explicación alguna. Entonces Julián saca su teléfono, busca un nombre, marca, y coloca el aparato encima de la mesa en manos libres.

Las becas en Osuna

Al parecer la Universidad de Osuna ha estado salpicada de una polémica constante, y una convivencia crispada por la subida inexplicable de tasas. Numerosas quejas de estudiantes ante la situación, lo que ha creado un clima asfixiante –y de represión para algunos alumnos que han alzado la voz-. “Hay un silencio interno extraño, porque nadie se atreve a ser señalado. Pero no hay derecho a la subida.”, expresa el chico al otro lado del teléfono.

Insistió, sobre todo, a la hora de explicar las becas Covid. Unas remuneraciones lanzadas “al viento” –mi oído captó su ironía-. “¿Qué ha sido de las becas Covid que habían ofertado para aliviar a los alumnos tras el primer impacto del virus?, ¡Nadie sabe nada!”, explicó casi implorando. “Es un expediente X. Pero ya te cuento todo…”.

En otro orden de cosas, su voz, y su estado, se acercaban a la resignación, sacó el tema de la infraestructura. La enseñanza virtual está a años luz de poder situarse a la altura de las circunstancias. Al parecer la universidad no ha sido capaz de adaptarse al momento por el que la educación atraviesa. “No solo en el aula virtual, tampoco está al nivel en la presencial”, zanjó enojado.

En resumen, cerraba, si todo está igual, o peor (por el deterioro quise entender), que siempre, “¿por qué han subido las tasas entonces?”. Miré a mi acompañante, fruncimos el ceño a la par, y sorbí el último trago de café. Tal vez, el café que con más resignación ha llegado nunca a mi boca.

«Parler es el éxito de la polarización, el triunfo del maniqueo»

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