Coronavirus
Mi vida en positivo (Capítulo 11 – Ansiedad) – Crónica de 14 días de vida confinada de un positivo de COVID
En condiciones normales, quedan solo tres días para volver a la calle y recuperar la relativa normalidad que tenía antes de que la COVID me recluyese en casa dos semanas, y en estos días aparece la ansiedad. No es ansiedad propiamente dicha, porque no se pueden confundir las ansias de regresar a la vida con caer enfermo por ello, igual que no se puede confundir un bajón con una depresión, pero empiezo a tener esa sensación que se tiene a veces de que los días pasan más lentos, y de que no termina de llegar el momento de pisar asfalto de nuevo.
Lo bueno de la reclusión que estoy viviendo es que lo hago en una casa amplia, con un patio enorme que tiene una pared blanca que en verano se convierte en pantalla de cine, y con una calle por la que no termina de pasar gente en ningún momento, de modo que hay vida y oxígeno alrededor sin problemas.
Pisos sin vida
Pienso en estos días en la cantidad de gente que habrá pasado el confinamiento que se inició en marzo en un piso pequeño, interior, sin la calle a la vista, y no puedo dejar de pensar en la suerte que tenemos algunas personas. En realidad, cuando nos ponemos en plan Calimero y pensamos que todo nos va mal y el mundo nos aprieta, basta una sencilla comparativa con quien tenemos cerca para saber lo injusto que en demasiadas ocasiones somos con nosotros mismos. Si tras el confinamiento aumentaron las ventas y alquileres de casas con patio o piscina, desde luego no fue por casualidad.
A media mañana han llamado a la puerta. Era mi vecina Antonia con un plato cubierto por papel de aluminio. Cuando lo he destapado he visto un cocido de garbanzos de esos que levantan a un muerto. Un cocido con todo lo que la vida le pone al cocido cuando se hace con todas las ganas del mundo.
Eso sí que me ha provocado ansiedad. Porque todavía faltaban dos horas para almorzar, y las dudas me asaltaban en la cabeza. “¿Se puede desayunar cocido?” “¿Pasa algo si me tomo medio cocido a las doce del mediodía y luego el resto?”. Y encima ese olor a esos garbanzos ha llenado la casa como si fuese una varita de incienso hecha con legumbres recién preparadas.
Sí, el undécimo día me ha traído medicina contra la ansiedad: el cocido de garbanzos de Antonia. Si queda algo de la COVID, Antonia se la ha cargado.
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