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Sociedad

Las Madres Dominicas de Arahal se despidieron de 4 siglos de historia

Las 5 últimas religiosas que quedaban en el Convento de Nuestra Señora del Rosario se fueron hace hoy, domingo 22 de junio, una semana, partieron para Jaén

C. GONZÁLEZ 

Fotos cedidas por José Luis Rodríguez

Corría el año 1608 cuando 3 monjas, cargadas con la imagen de la Virgen del Rosario, entraron desde Utrera por la calle Doctor Gamero. La Orden Predicadores  se funda en 1220 por Santo Domingo que entendió la importante labor de estas mujeres para seguir adelante con su obra. Arahal era su destino, esta semana, sus continuadoras del siglo XXI, han abandonado el convento, por ser mayores y no tener vocaciones que las sustituyan en su quehacer. Hoy domingo hace una semana.

Sor Blanca, Sor Asunción y Sor Herminia, Madre Superiora del Convento, pasaron sus últimos días en Arahal más aisladas de lo común en ellas. Estaban atendidas por los párrocos de Arahal, José Quirós y Álvaro Román, y José Luis Rodríguez, que hacía las labores de monaguillo, asesor, recadero, acompañante y, sobre todo, amigo, persona de confianza que no las abandonó hasta el final de sus días en Arahal.

Sus cuatro siglos de historia se pueden contar con paciencia, leyendo los libros de actas que dejaron escritos. Pero en ellos no figura el trato, el carácter, la dedicación, la palabra y convencimiento que no desviaba el camino de su consagración a Dios.

Sor Herminia tiene 88 años, mujer de carácter y bien formada, consiguió, a pesar de su edad, ponerse al día en las últimas tecnologías y manejar el ordenador y un programa básico de contabilidad donde llevaba apuntado cada euro que entrada en el convento de la venta de dulces.

Dos veces salieron del convento

En cuatro siglos, sólo dos veces salieron del convento. La primera a finales del siglo XIX cuando Mendizabal ordenó la exclaustración de los conventos con menos de 12 individuos profesos, momento en el que se fueron al Cristo donde existía otra comunidad religiosa que atendía el hospital.

La segunda fue durante la Guerra Civil Española. En esta ocasión, estuvieron fuera del convento 51 días y así lo cuenta en el Libro de Actas que aún se conserva, porque el archivo de las monjas es el único original que queda intacto y que cuenta parte de la historia de Arahal.

Curiosamente, según este documento histórico, el protector de las monjas fue un maestro de la República, José Rodríguez Aniceto, quien no pudo evitar que los soldados entraran en la iglesia, pero sí logró su continuidad en el convento sin ser molestadas gracias al colegio de niñas, dándoles a las religiosas el fin social solicitado por el régimen que gobernaba en ese momento, lo que iba a permitir sobrevivieran y permanecerieran en el convento.

En este libro de actas cuentan que todo lo de valor se había guardado en casas particulares y en una habitación “disimulada” que había en el convento en los últimos días de abril de 1936. “El primero de mayo se esperaba fuera un día de luto estando la comunidad preparada, como en otros días de manifestaciones en que se decía seriamos arrojadas fuera y muchas llevadas en vela, por lo mismo avisadas por la Guardia Civil,  que hacía la vigilancia por el convento y las demás iglesias (sic)», describen en este documento.

En el transcurso de esos días, las religiosas vivieron muchos trastornos y sufrimiento en su vida cotidiana. Explosiones, un incendio el mismo día de San José de ese año (1936) en el archivo de la Hermandad de la Misericordia.

Pero relatan que tuvieron no sólo “la suerte de además de estar vigiladas y avisadas por la Guardia Civil” sino también por “un señor de la Junta Local (maestro) muy afecto a la Comunidad que aunque unido al partido de entonces, era de muy buena familia su señora, una verdadera Santa y el católico practico, cumpliendo con la Iglesia más valiéndose de su poder, no sólo nos tenía al corriente sino también nos defendía el colegio por lo que no se cerró nunca (sic)”.

Se referían a “Don José Rodríguez Aniceto y Doña María Rayo” que “a pesar de ser fusilado por documentos que le perdieron, murió con bastantes días de preparación recibiendo en la cárcel todos los sacramentos y auxilios espirituales…”.

Años después, Sor Herminia, superiora del convento ha reconocido en más de una ocasión el aprecio que le tenía al alcalde de Arahal en los últimos 7 años de mandato, Miguel Ángel Márquez, por haberlas atendido en sus necesidades y haberlas tratado muy bien.  La historia se repetía más de 70 años después, aunque en otras circunstancias.

 

7 monjas en el siglo XXI

En los últimos meses quedaban 7 monjas en el convento, cinco de ellas con edades superiores a los 78 años. Las dos más jóvenes Sor Evelina y Sor Magdalena llevaban unos 5 años en el pueblo, procedentes de Kenia. “Sor Herminia en los últimos años no había querido hacerse cargo de más novicias porque estaba mayor y cansada y decía que si le pasaba algo quién iba a continuar con su formación”, cuenta José Luis Rodríguez, que se ha convertido en la memoria viva de los últimos 30 años de las Madres Dominicas.

Su relación con ellas comenzó siendo muy pequeño. Era monaguillo en la iglesia del Cristo y solía hacer recados llevando y trayendo ropa a las monjas. Los primeros dulces que comió de sus manos fue los dátiles de las palmeras del patio interior del convento. “Me llevaba los purificadores y manteles para lavar”, dice.

Tiene recuerdos nítidos de cada una de las monjas que ha pasado en estos últimos años por la iglesia. “Recuerdo a Sor Rosario Tejada, escribía estupendamente y se camelaba a algunas familias para pedirles dinero y poder arreglar el convento”. Y cuenta que, a pesar de que estaban aisladas de la calle, “han sufrido mucho”.

Hace unos tres años, una monja, Sor Flora se fue un mes a su país. Llevaba dinero para el viaje, móvil y cargador para que llamara al convento.En el

viaje de vuelta se bajó del avión en Turquía para hacer trasbordo y perdió el avión para España. “Imagínate una monja de color, allí sola, perdida en el aeropuerto.  Sor Herminia estaba dispuesta a gastar el dinero necesario para ir a buscarla, sin tenerlo, decía que esa monja era su responsabilidad”, explica José Luis Rodríguez. Finalmente, consiguió hacerle las gestiones en la embajada española en Turquía y gracias a la buena voluntad de un funcionario que, a nivel particular, fue al aeropuerto a buscarla, le dio de comer y la montó en un avión dirección España.

Nadie podía pensar que estas mujeres, aisladas del mundo, pudieran sufrir a su avanzada edad, no sólo por el prójimo, sino por problemas y situaciones que tenían que resolver. Eran ancianas y estaban muy enfermas, encamadas, ciegas. Sólo las dos últimas monjas de Kenia, en proceso de formación aún, se salvaban de este grupo.

Mano derecha

A veces han pasado dificultades económicas, sobre todo si los gastos se salían de la normalidad, como ha ocurrido con el arreglo de parte del convento. Necesitaban ayuda y atención. Aunque asistidas espiritualmente por el párroco José Quirós, era José Luis Rodríguez su mano derecha para todo tipo de trámites, desde los más sencillos a los más complicados. Realizó por encargo de ellas un inventario de todo lo que tenía el convento.

Por esta razón, es una de las personas que no entiende la polémica que se ha montado durante el último mes de estancia de las religiosas en el convento. “Si partimos de que todo lo que había dentro es de su congregación, si han querido tener algún detalle con las personas y hermandades que las han ayudado, pues es normal”, comenta. Han donado, antes de irse, una imagen del siglo XVI de la Virgen del Carmen a la Hermandad de la Misericordia, la Custodia a la Parroquia Santa María Magdalena o una imagen de Santa Catalina, cuenta José Luis.

Las monjas se fueron el pasado domingo, hace ahora una semana. Dieron un paseo por las estancias lentamente, despidiéndose de su hogar en los últimos 50 años. Asistieron a su última misa en la iglesia y antes de irse, Sor Herminia le dijo al monaguillo: “Cuida de todo, no abandones este lugar y no nos olvides”.

Cuando José Luis Rodríguez entró por primera vez en el Convento después de la marcha de las religiosas a otra congregación de Jaén, parecía que iba a encontrárselas de un momento a otro en sus quehaceres. Han sido muchos años de visitas diarias, una vida en común que forma ya parte de la historia del antiguo convento al que, al menos de momento, no vendrá ninguna religiosa.

Periodista. Directora y editora de aionsur.com desde 2012. Corresponsal Campiña y Sierra Sur de ABC y responsable de textos de pitagorasfotos.com

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