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Comprar una moto por impulso no es buena idea

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Comprar una moto no es como elegir un par de zapatillas o un teléfono. Es una decisión que mezcla emoción, necesidad y, muchas veces, un poco de capricho. Hay quien lo hace porque se cansó del tráfico, quien quiere sentir de nuevo la libertad de la carretera y quien simplemente no soporta ver otro verano sin una. Sea cual sea el motivo, lo cierto es que la mayoría se lanza a mirar modelos y precios antes de tener claro qué busca realmente. Y ahí es donde empiezan los errores.

La idea de entrar en una tienda de motos con la emoción de quien está a punto de estrenar algo que cambiará su día a día suena perfecta, pero si no se va con la cabeza fría, puede salir caro. No por el precio en sí, sino por las decisiones tomadas a toda prisa. Elegir una moto requiere algo más que enamorarse del diseño o de la marca; implica entender para qué la vas a usar, cuánto tiempo estarás sobre ella y qué tanto mantenimiento estás dispuesto a asumir.

El tamaño y el tipo de conducción lo son todo

Una de las cosas que más se pasan por alto al elegir moto es el tamaño. No solo el de la máquina, sino también el del propio conductor. Una moto demasiado alta o pesada puede ser un suplicio en la ciudad, especialmente para quien está empezando. Por eso, lo mejor es probar varios modelos antes de decidir. Sentarse, apoyarla, sentir el peso, girar el manillar. Parece obvio, pero muchos se dejan llevar por lo estético y luego descubren que no pueden ni moverla bien en parado.

El tipo de conducción también marca la diferencia. No es lo mismo moverse a diario por calles llenas de semáforos que hacer trayectos largos por carretera abierta. Las scooters ofrecen comodidad y bajo consumo, mientras que las naked son ágiles y permiten una conducción más directa. Las trail o touring, en cambio, están pensadas para viajar, no para ir al trabajo cada mañana. Saber esto antes de elegir evita decepciones después.

Las modas engañan más de lo que ayudan

En los últimos años, muchas marcas han apostado por diseños retro o por motos “de estilo clásico” que atraen a simple vista. No hay nada de malo en eso, pero a veces lo que parece una buena idea en la foto no lo es tanto en la práctica. Las modas en el mundo del motor son igual de volátiles que en la ropa, y un modelo que hoy parece irresistible puede quedar anticuado en dos temporadas.

Además, hay que tener en cuenta los costes asociados. Algunas motos con estética muy cuidada utilizan piezas más caras o menos comunes, lo que encarece su mantenimiento. Si lo que se busca es una moto para el día a día, es mejor priorizar la fiabilidad sobre la apariencia. Una buena revisión de opiniones en foros y grupos de usuarios ayuda más que cualquier vídeo promocional.

No todo lo barato es negocio

Las ofertas siempre suenan tentadoras, sobre todo cuando se está empezando. Es fácil caer en el entusiasmo de una moto nueva en oferta que parece demasiado buena para ser verdad. Y a veces lo es. No porque la moto sea mala, sino porque lo barato puede salir caro si no se analizan los detalles. Hay concesionarios que bajan precios en modelos de años anteriores para hacer hueco a las nuevas versiones, lo cual está bien, pero conviene mirar las condiciones: garantía, revisiones, impuestos incluidos o no, y, sobre todo, si el modelo sigue teniendo repuestos disponibles.

También hay que desconfiar un poco de los descuentos excesivos en motos de segunda mano. Una revisión mecánica antes de comprar nunca está de más. Verificar el estado de los frenos, el desgaste de las ruedas, el ruido del motor y el historial de revisiones puede evitarte un disgusto. Si el vendedor se pone nervioso cuando preguntas demasiado, probablemente algo no cuadra.

El equipo importa tanto como la moto

Uno de los errores más comunes es gastar todo el presupuesto en la moto y dejar el equipo para “más adelante”. El problema es que ese “más adelante” nunca llega y muchos terminan rodando con un casco básico y una chaqueta cualquiera. La protección no debería ser opcional. Un buen casco, guantes reforzados, botas y chaqueta con protecciones marcan la diferencia en cualquier caída. No hace falta gastarse una fortuna, pero sí elegir productos homologados y de calidad.

Además, hay que pensar en la comodidad. Si vas a usar la moto a diario, un buen impermeable, guantes térmicos y una mochila con sujeción adecuada se vuelven esenciales. El equipo no solo protege; también hace que la experiencia sea más llevadera, sobre todo cuando el clima no acompaña.

Disfrutar, pero con cabeza

Al final, tener una moto no es solo un medio de transporte, es una forma de moverse por el mundo. La sensación de libertad que da el viento en la cara y el sonido del motor es algo que engancha, pero también implica responsabilidad. Respetar las normas, usar protección y conocer los límites propios es tan importante como elegir bien la máquina.

Muchos empiezan con una moto pequeña, se enamoran del viaje y poco a poco van subiendo de cilindrada. Lo importante es disfrutar del proceso, no saltar pasos por las prisas. La moto perfecta no existe; existe la que mejor se adapta a ti, a tu forma de conducir y a tu rutina. Y eso no lo define ninguna marca ni ningún anuncio, sino la experiencia real sobre el asfalto.

Periodista corresponsal de la Agencia EFE, El Correo de Andalucía, eldiario.es... entre otros medios. Cubre principalmente Huelva y Sevilla en varios medios radiofónicos y prensa digital.

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